62. CLASIFICACIÓN DE LOS HECHOS PSÍQUICOS. HECHOS DE CONOCIMIENTO Y HECHOS DE APETICIÓN. HECHOS DEL PSIQUISMO INTERIOR Y DEL SUPERIOR
Si el hecho psíquico es una relación intencional del sujeto con los objetos de su mundo, cabrá una doble división de los hechos psíquicos en razón, primero, de la actitud del sujeto en esa relación intencional, y, segundo, de la clase de objetos con que el sujeto sea capaz de entrar en relación.
Por el primer aspecto, los hechos psíquicos se dividen en:
a) Hechos de conocimiento, en los que el mundo circundante aparece al sujeto (sensación, percepción, recuerdos, imágenes, juicios, razonamientos, etc.).
b) Hechos de tendencia o apetición en los que el sujeto reacciona sobre las cosas conocidas, que le atraen o le repelen. En ellos el sujeto se dirige –o intenta dirigirse– hacia su mundo (apeticiones, actos voluntarios, movimientos intencionales, etc.)
Son las dos fases de que consta el ciclo vital psicológico: conocimiento y tendencia o reacción. El animal conoce, entra con su mundo circundante en esa misteriosa relación de sujeto a objeto en la cual las cosas se iluminan para él y se hacen suyas de una manera intencional. Pero no se limita a informarse de lo circundante, sino que después de conocer reacciona sobre lo conocido mediante actos de tendencia o de conducta.
Por el segundo aspecto los hechos psíquicos se dividen en:
a) Hechos de la vida sensitiva o animal, cuyo objetivo se reduce a energías y objetos materiales, concretos, captados a través de los sentidos externos e internos (sensación, percepción, apetición sensible).
b) Hechos de la vida superior o racional, cuyo objeto son los conceptos o ideas, las relaciones abstractas, los valores, etc., captados intelectualmente (conocimiento racional, tendencia racional o voluntad).
Los primeros son propios de la vida sensible animal, y comunes, por tanto, al animal y al hombre; los segundos son exclusivos del hombre como ser racional.
Ambas clasificaciones pueden combinarse entre sí danto lugar a cuatro grandes grupos de hechos psicológicos:
Psiquismo inferior = hechos de conocimiento (sensaciones), y hechos de tendencia (apeticiones).
Psiquismo superior = hechos de conocimiento (intelección), y hechos de tendencia (voluntad).
O, expresado gráficamente
Psiquismo inferior Psiquismo superior
____________________________________________________
Conocimiento | Conocimiento Sensible | Conocimiento Intelectual |
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|_______________________|__________________________ |
| | |
Tendencia | Apetición sensible | Voluntad (Apetito racional)|
|_______________________|___________________________|
Cada uno de estos cuatro grupos, comenzando por los hechos sensibles o inferiores, y siguiendo por los superiores o racionales, serán objeto de nuestro estudio en esta primera parte de la psicología dedicada al análisis científico de los hechos psíquicos. Seguirá una segunda parte que hemos llamad psicología racional dedicada al estudio del alma o principio de donde nacen esos fenómenos psíquicos.
63. TEORÍA DE LAS FACULTADES
Los hechos psíquicos emanan de un sujeto de los mismos que llamamos alma. Ella es, como veremos (núme. 83), el principio de vida de los seres vivos. A este sujeto se le supone dotado de unas facultades o potencias (poderes o principios de acción) de las que emanan las distintas clases de hechos psíquicos, al modo como los órganos corporales explican y son causa de las funciones orgánicas. Las facultades se especifican por las diversas clases de fenómenos o hechos psíquicos a que dan lugar, y son a modo de cauces de los mismos.
De acuerdo con este principio podemos distinguir las siguientes facultades, clasificadas según este cuadro:
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| | | -La vista.
| | Externos……. | -El oído.
| | | -El tacto, etc.
| Sensitivo: los sentidos……. | \
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1º Conocimiento (el objeto es | | | -Sensorio común.
captado por nosotros)……. | | Internos……. | -La imaginación.
| | | -La estimativa.
| | | -La memoria.
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| Intelectivo: el entendimiento.
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| | -Concupiscible.
2º Apetito (nosotros | Sensitivo: el apetito ……. |
tendemos hacia | | -Irascible.
el objeto)……. | \
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| Intelectivo: la voluntad
\
3º Locomoción (nos desplazamos hacia el objeto): la facultad locomotriz.
XII
Las facultades sensitivas de conocimiento
64. CLASIFICACIÓN DE LOS SENTIDOS
El acto primero y el más elemental de la vida psíquica es la sensación. Por ella entramos en contato con las energías exteriores susceptibles de impresionar nuestros sentidos y con los objetos materiales del mundo que nos rodea.
Divídense los sentidos en externos e internos. Son los primeros los clásicos: vista, oído, olfato, gusto y tacto, a los que los psicólogos modernos han añadido otros varios, como el de orientación y cenestésico (que nos permiten conocer la posición que en todo momento tiene nuestro cuerpo y cada uno de sus miembros, así como el estado funcional de nuestro organismo), el muscular (por el que captamos la forma exterior de los objetos), el cinestésico (por el que conocemos el estado de movimiento o reposo del cuerpo o de los miembros), el palestésico (por el que captamos las vibraciones), etc. Aparte de esto, actualmente se tiende a considerar algún sentido externo compuesto de varios; así, el tacto, que hoy suele estimarse como un complejo de tres sentidos diferentes: el tactil (que aprecia la rugosidad o lisura de las superficies), el térmico (que conoce el calor y el frío) y el algésico (que da cuenta del dolor). Son órganos corporales que captan determinadas energías susceptibles de transformarse, a través de una corriente nerviosa, en el hecho ya psíquico de la sensación.
La captación del mundo exterior material iniciada por la sensibilidad externa se completa por obra de los sentidos internos. Son éstos: el sensorio común, la imaginación, la memoria y la estimativa.
Nosotros no nos limitamos a captar sensaciones que nos informen sólo de aspectos cuantitativos o cualitativos de las cosas (un color, un olor, un sabor, etc.), sino que conocemos objetos, cosas, que tienen a la vez color, olor, sabor… La labor de reunir y coordinar los datos de los sentidos hasta formar el objeto se atribuye a un sentido interno que se llama sensorio común. Su acto es la percepción. La imaginación es otro sentido interno que conserva los datos suministrados por los sentidos externos, así como las percepciones, y los reproduce en ausencia del excitante; su acto es la imagen. La estimativa capta simultáneamente con la sensación y la percepción la relación vital en que la cosa se encuentra con el propio sujeto: la utilidad o nocividad del objeto conocido.
Así por ejemplo, la oveja siente el olor o el aullido del lobo como nocivo. Al mismo tiempo que lo huele o lo oye lo estima como perjudicial, temible, y huye. La memoria sensorial conserva las sensaciones y percepciones, no como pura imagen al modo de la imaginación, sino en cuanto pasadas; es decir, con relación a un tiempo concreto de nuestra experiencia vivida. El acto de la memoria es el recuerdo.
No debe confundirse esta noción clásica de <<sentidos internos>> con lo que por ese nombre se entiende en muchas escuelas modernas. Se entiende hoy por sentidos internos aquellos que captan, no estímulos exteriores, sino los estados de nuestro propio organismo. Así los ya citados cinestésico y cenestésico.
65. LOS SENTIDOS EXTERNOS Y SUS ACTOS
Los sentidos externos son los órganos receptores mediante los cuales el animal capta los estímulos físicos del mundo que le rodea (exteroceptores) o de su propio organismo (propioceptores). Hemos ya citado, de los primeros, la vista, el oído, el tacto, el gusto, el olfato, y el sentido muscular (por el que captamos la forma y tamaño de los objetos) y el térmico (que nos informa de la temperatura de los objetos que tocan nuestra piel). Y entre los segundos, el cenestésico (sobre el estado funcional de nuestro organismo), las sensaciones cinestésicas (del movimiento o estado cinético de nuestro organismo), las sensaciones cinestésicas (del movimiento o estado cinético de nuestro cuerpo), resultado propioceptor del sentido muscular, y el aspecto algésico del tacto.
El acto de los sentidos externos es la senación, que puede definirse como la impresión producida en la consciencia por un estímulo físico sobre los órganos de los sentidos y por la consiguiente corriente nerviosa transmisora. Un color es una sensación visual cromática; un sonido, una sensación auditiva, etc. Los sentidos externos nos informan, no de las cosas como unidades reales exteriores a nosotros, sino de aspectos cualitativos y cuantitativos de las mismas. A estos aspectos captables por los sentidos se llama objetos sensibles. A los aspectos cualitativos de la realidad les llamaban los filósofos escolásticos sensibles propios porque responden a energías captables exclusivamente por un sentido. Así, el color es el sensible propio de la vista; el sonido, el del oído; el sabor, el del gusto; el olor, el del olfato, etc. Hay otros sensibles que revelan aspectos cuantitativos de las cosas y se han llamado sensibles comunes porque pueden ser captados por más de un sentido. Así, el movimiento o la figura espacial puedo yo verlos, pero el ciego conoce también por el tacto esos aspectos de la realidad. En cambio, no puede alcanzar noción alguna de lo que es un color.
Propiedades de las sensaciones
Se citan como propiedades de las sensaciones su cualidad, su intesidad y su duración.
Entendemos por cualidad de la sensación su aspceto genérico o característico por el que distinguimos las provenientes de unos sentidos de las de otros (auditivas, cromáticas, gustativas, etc.), así como las diferentes dentro de cada sentido (colores, olores, diversos).
El psicólogo J. MULLER enunció la llamada ley de la energía específica de los sentidos. Según ella, cada sentido capta cualquier estímulo capaz de impresionarle bajo la forma y cualidad que es propia a ese sentido. Así, el ojo, por ejemplo, experimenta como sensación visual luminosa no sólo la luz, sino una presión o una corriente eléctrica que se le aplique.
Intensidad de una sensación es el grado de fuerza con que es vivida por el sujeto. Cada sentido posee un umbral mínimo y un umbral máximo de sensación, por debajo o por encima de los cuales la energía estimulante no produce sensación. El umbral auditivo, por ejemplo, varía de unos sujetos a otros, pero suele cifrarse entre doce y treinta y siete mil vibraciones la percepción del oído humano.
Existe también un umbral diferencial, que es la cantidad de estímulo necesario para que un sujeto experimente variación en la sensación. Este umbral varía según la cantidad de excitante a que está sometido el órgano sensorial. Oyendo cantar a una persona persona percibo en seguida si otra une su voz a ella haciéndole coro; pero si escucho las voces de un gran orfeón no percibiré en absoluto el aumento en él de una voz más. Dos psicólogos –WEBER y FECHNER– han intentado expresar en términos matemáticos la relación entre el estímulo y la sensación mediante las leyes que llevan sus nombres.
La ley de Weber (1795-1878) establece que, para que los sentidos perciban conscientemente un aumento en el estímulo dado, es preciso que este aumento tenga una magnitud proporcionada a la del estímulo primitivo. Dicha proporción varía según los diversos sentidos. Por ejemplo, si una mano sostiene un peso de 170 gramos, para que la sensación varíe es necesario que el peso aumente o disminuya, por lo menos, en diez gramos; si el peso sostenido es doble –es decir, de 340 gramos–, la variación no será percibida mientras no llegue a los veinte gramos, y así sucesivamente.
La ley de Fechner (1801-1887) pretende medir no ya la variación del estímulo, sino la de la sensación misma: la variación de la sensación no es paralela a la del estímulo, sino que si el estímulo crece en proporción geométrica, la sensación lo hace en proporción aritmética. O en otros términos: la sensación crece como el logaritmo del estímulo.
La ley de Fechner ha sido muy discutida. En primer lugar, no puede admitirse tal cuantificación de las sensaciones, que supone el que éstas sean divisibles en unidades, como si se tratara de objetos materiales; en segundo lugar, dado que sólo mediante las sensaciones podemos conocer y medir los estímulos, resulta arbitrario establecer una medida para los estímulos y otra para las sensaciones y relacionarlas luego como cantidades distintas. No obstante, estas leyes, aunque no tengan la exactitud matemática que pretendsenen sus autores, expresan un hecho observado experimentalmente: las sensaciones crecen al crecer los estímulos, pero con mayor lentitud que éstos, y siempre dentro de unos límites máximo y mínimo fuera de los cuales la variación no es percibida.
66. LOS SENTIDOS INTERNOS
La labor receptiva de los sentidos externos es completada con la que realizan los sentidos internos. Estos no son órganos corporales claramente localizados, como lo son los sentidos externos en la periferia del cuerpo, sino que se trata de facultades sensoriales interiores cuya existencia deducimos de sus operaciones; operaciones que exceden, desde luego, a las posibilidades de cada uno de los sentidos y aun de la colaboración de todos ellos.
Se caracterizan porque su objeto ha sido previamente conocido por un sentido externo, de manera que operan sobre realidades ya conocidas por el sujeto y que son ahora reconocidas de nuevo bajo un aspecto determinado distinto en cada uno de los sentidos inernos. Precisamente lo que distingue a éstos entre sí es el respectivo aspecto o punto de vista bajo el que conocen. Hemos ya citado los sentidos internos: sensorio común, imaginación, memoria sensitiva y estimativa natural.
Sensorio común.
El primero de estos sentidos internos es el sensorio común. Por él distinguimos y coordinamos los datos recibidos por los distintos sentidos externos hasta percibir como un todo único aquellos que se refieren a un mismo objeto. Su acto es la percepción, que puede definirse como el conocimiento sensorial completo de un objeto, con la conciencia de él como totalidad.
Un ciego de nacimiento, por ejemplo, que alcanzara a ver por primera vez, no vería, como nosotros, un mundo de cosas u objetos diferenciados unos de otros, sino únicamente un gran plano de distintos colores e intensidades de luz. Sólo con el tiempo y la experiencia iría asociando unos colores con otros, interpretando algunos como sombras, percibiendo el espacio y asociando sus sensaciones actuales con las tactiles o auditivas que antes poseía. Su mundo visual no adquirirá sentido más que a lo largo de un proceso coordinador cuya función se atribuye al sensorio común. Así llegaría a percibir este libro, aquella mesa, es decir, objetos en cuya formación mental han participado sensaciones distintas, presentes y pasadas.
La percepción es una función compleja que supone el concurso de la imaginación. Esto se ve claramente en las ilusiones y percepciones alucinatorias. En ellas, bajo la influencia de imágenes –de objetos evocados y no presentes a los sentidos– se asocian falsamente sensaciones actuales hasta componer mentalmente objetos que no existen en la realidad. Cuando la imaginación actúa intensamente bajo la acción de emociones o de pasiones, son frecuentes estas percepciones alucinatorias, que son asimismo constantes en las personas histéricas. El miedo, por ejemplo, hace a menudo asociar las sensaciones actuales en torno a la imagen del objeto temido hasta llegar a percibir con claridad sus pasos, su silueta en la oscuridad, etc.
Además de la función perceptiva, el sensorio común nos hace conocer las sensaciones captadas por los sentidos externos discriminando su procedencia y distinguiéndolas de nosotros mismos como sujeto cognoscente; es decir, que merced al sensorio común puedo distinguir una sensación visual de otra auditiva, una táctil de una olfativa, etc.
La imaginación.
Llámase imaginación al sentido interno que nos permite evocar y reproducir las impresiones sensoriales y perceptivas en ausencia de sus objetos. Yo puedo, por ejemplo, evocar y traer a mi conciencia presente la fisonomía del alguien a quien conozco, la fachada de mi casa, un paisaje familiar, cuando estoy lejos de tales realidades. A veces, esta evocación se hace con dificultad: nos damos, de momento, con los rasgos de la persona o la cosa evocada, hasta que, quizá súbitamente, la reproducción imaginativa se produce.
El acto de la imaginación se llama imagen. Los escolásticos llamaban a la imgaen fantasma; de aquí el nombre de fantasía que se da también a la imaginación.
Distínguense tres funciones en la imaginación: la conservadora, por la que permanecen en el espíritu en forma latente los trazos de lo ya sentido o percibido; la reproductura, por la cual, en virtud de una evocación o llamada voluntaria o espontánea, vuelven a la conciencia presente como imágenes; y la creadora, por la que combinamos imágenes o aspectos imágenes de distinto origen formando objetos o situaciones nuevas. Es a esta última función a la que que suele reservarse el nombre de fantasía.
Aunque a esta última función de la imaginación se la llama creadora, no es, en realidad, más que combinadora. El espíritu recibe sus conocimientos originarios de los sentidos externos y no puede crear formas nuevas que no hayan pasado por los sentidos.
En el Museo del Prado existen cuadros de un pintor flamenco del siglo XVII (el Bosco) que no quiso someterse a las formas y seres habituales en la Naturaleza, sino crear formas nuevas. Sin embargo, si se observan los extraños seres de sus pinturas, se encontrarán en ellos una artística combinación de formas vegetales, animales y humanas diversamente entremzcladas.
Cabe preguntarse: ¿por qué reviven las imágenes en el presente de la conciencia? En unos casos son provocados por la experiencia presente; en otros –cuando, quizá con los ojos cerrados, dejamos vagar pensamiento e imaginación– son las mismas imágenes las que traen otras en pos de sí. En todo caso, la reproducción imaginativa obedece a las leyes de asociación que explican la irrupción, a veces súbita, de una imagen en nuestra conciencia. Son tres estas leyes de asociación: la de semejanza, la de contraste y la de contigüidad en el tiempo o en el espacio.
Las imágenes tienden a asociarse con aquellas otras que guardan relación con ellas por semejanza (un paisaje me evoca otro semejante por mí conocido); por contraste (la imagen de un gigante me evoca la de un enano); por contigüidad en el tiempo o en el espacio( la imagen de una fisonomía me evoca la de otras personas que conocí junto a aquélla en determinado sitio o momento). Obsérvese que el contraste es, en rigor, una forma de semejanza (semejanza en la extremosidad de una cualidad o relación.)
La memoria sensitiva
La memoria es la facultad o sentido interno mediante el que reproducimos o traemos al presente de la conciencia objetos o hechos pretéritos de nuestra experiencia en cuanto pretéritos. En esto difiere de la imaginación. La reproducción imaginativa se realiza sin referencia alguna al tiempo, al paso que la memoria reproduce los hechos o cosas envueltos en un tiempo determinado de nuestro pasado. Un mismo objeto puede ser imaginado o recordado, según los casos. Si me hablan, por ejemplo, de la Giralda, evocaré con mayor o menor claridad su silueta, su imagen arquitectónica en sí misma considerada, sin referencia a tiempo ninguno. Puedo evocarla, en cambio, situada en una ocasión en mi vida, un Sábado de Gloria en que la visité mientras volteaban sus campanas. El primero es un acto de imaginación; el segundo, de memoria.
La memoria está profundamente relacionada con la estimativa natural. Se recuerda, en general, lo que interesa o agrada vitalmente; se olvida lo ingrato o ininteresante.
La memoria es, en rigor, una facultad sensorial, orgánica. El espíritu conoce sus objetos abstracta o universalmente, fuera del tiempo, y por ello no tiene memoria.
Sin embargo, dado que el hombre no es un espíritu separado o puro, sino encarnado en un cuerpo, el entendimiento –obligado a conocer partiendo de los datos sentibles (núm. 75)– precisa de la memoria para distinguir y relacionar sus conocimientos. Esta memoria intelectual o subordinada al entendimiento es una forma de discurrir (de provocar racional y voluntariamente los recuerdos), distinta por completo de la memoria mecánica, puramente sensitiva.
Fases de actuación de la memoria. Enfermedades de la misma.
Cuatro son los cometidos y fases de actuación que se atribuyen a la memoria: la fijación y conservación de los recuerdos, la evocación de los mismos, su reconocimiento e identificación como pasados, y su localización en el tiempo.
1º Fijación y conservación: La fijación de los recuerdos depende del tiempo de actuación de las impresiones originarias y de su repetición. Depende asimismo, en razón de la influencia que la estimativa ejerce sobre la memoria, de la atención o interés vital hacia lo sentido o percibido. Multitud de sensaciones y percepciones no llegan a fijarse como recuerdo porque sólo han formado parte de la conciencia marginal o de fondo en la que nuestra atención apenas ha reparado. De un modo instintivo tendemos a eliminar de la memoria lo que es ingrato o estimamo nocivo. De aquí la espontánea valoración de los tiempos pasados como mejores que los presentes, por haber eliminado de su recuerdo aspectos ingratos, así como la ansiedad e incertudumbre que los rodeaba, y verlos ya completos y acabados en su mejor aspecto.
La enfermedad típica de la memoria en esta fase de su actuación es la dimnesia, por la que dejan de fijarse los recuerdos o se fijan muy débilmente. Depende sobre todo de la incapacidad para prestar atención continuada a la experiencia presente, y es frecuente en los ancianos que, por lo mismo, viven más del pasado que del presente.
2º Evocación y reproducción del recuerdo: Lo que conservamos en nuestra experiencia interior, por haberlo fijado en la misma mediante la atención o la reiteración, puede revivir en el presente de la conciencia evocado (o llamado) por la experiencia actual, sea sensorial, perceptiva o imaginativa. El arte de recordar voluntariamente se llama mnemotecnia.
La reproducción de los recuerdos es una función necesaria para la construcción de nuestra personalidad en el tiempo: Una <<mente momentánea>> o carente de recordación se identificaría con la experiencia de cada instante sin llegar a establecer propiamente una diferencia de sus contenidos ni entre ella y el propio sujeto. El olvido, por su parte, –debilitación prograsiva y pérdida final de los contenidos fijados– es también una función vitalmente necesaria para desalojar el presente de la atención y permitir la adquisición de nuevos conocimientos.
Entre las alteraciones patológicas de la evocación hay que citar: las amnesias (fallos totales o parciales del poder evocador) y las hipermnesias (actividad hipertrofiada de la memoria).
Dícese que la hora de la muerte se ve revestida muy frecuentemente de una lucidez especial originada por una fuerte hipermnesia en la que desfila ante el presente de la conciencia el pasado personal en aspectos y detalles que se creerían definitavamente olvidados. Es frecuente, por ejemplo, entre los vascos que aprendieron en vascuence sus primeras palabras, pero las olvidaron después por la falta de uso, que en la hora de su muerte recen en aquella lengua sus oraciones habituales, con sorpresa de quienes les rodean, que a menudo ignoran por completo ese idioma.
3º Reconocimiento e identificación del recuerdo: Es esencial al recuerdo el reconocimiento de lo evocado como algo visto, vivido por quien lo evoca. Son enfermedades del reconocimiento: la paramnesia (tendencia a interpretar como recordadas o ya vistas cosas que se ven por primera) y la agnosia (tendencia inversa a no identificar el recuerdo, a creerlo todo nuevo).
4ª Localización del recuerdo en el pasado: Al reconocimiento suele seguir, como provocado por una tendencia natural, el intento de localizar o situar en el tiempo lo recordado paa otorgarle así su sentido y significación dentro de la trama de la vida. La localización temporal suele realizarse mediante la situación de lo recordado entre acontecimientos o fechas importantes del pasado que sirven como hitos o puntos de referencia en el mismo.