¿Cuándo saldrá de la cárcel?

Un hombre ingresó en prisión. Para que su castigo fuera más duro no le dijeron cuánto tiempo tendría que estar allí dentro. Pero el carcelero estuvo un día charlando con él.
Preso: <<Vamos, ¿no puedes darme una pequeña pista sobre el tiempo que tendré que estar en este lugar?>>
Carcelero: <<¿Cuántos años tienes? Yo tengo 54. ¿Qué día naciste?>>
Preso: <<Hoy es mi cumpleaños>>
Carcelero: <<Increíble. ¡También es el mío! Bueno, por si te sirve de ayuda te diré (y no debería hacerlo, pero lo haré) que el día en que yo sea exactamente el doble de viejo que tú, ese día saldrás.>>
 
¿Cuánto tiempo dura la condena del preso?
 

:: SOLUCIÓN ::
 
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Curso de Filosofía elemental (14)

XIV
 
El entendimiento
 
 
73. EL CONOCIMIENTO INTELECTUAL. NOCIÓN DEL MISMO.
 
   El hombre, como animal, conoce por los sentidos externos e internos, pero no agota en ellos su capacidad de conocimiento. Posee además, un superior y peculiarísimo medio de conocer, que es la razón o el entendimiento. Mediante él puede el hombre elevarse desde el conocimiento de lo concreto, singular y material (esta mesa, ese caballo, aquel objeto triangular…) al de lo universal o abstracto (la mesa, el caballo, el triángulo); puede también juzgar y razonar, es decir, elaborar la ciencia y progresar; puede, asimismo, hablar y formar sociedad propiamente dicha, es deci, una relación espiritual con sus semejantes. De nada de esto hay rastro en el animal, que se limita al campo de lo concreto material y a las relaciones tendenciales con las cosas que el instinto de su especie determina en él.
   Se ha comparado al entendimiento con una luz que permite al hombre leer dentro de las cosas sensibles (intus-legere, intelección) y captar el universal que está en ellas, su naturaleza común, prescindiendo de lo que tienen en singular y concreto.
   Esta luz establece una diferencia esencial (no de grado) entre el conocimiento humano y el animal. Del mismo modo que el ojo no puede ver si no hay luz, así el animal no puede conocer universales si no tiene la luz del entendimiento. Tampoco puede el animal hablar, porque cuanto se diga es expresión de un juicio, y todo juicio requiere conceptos o universales para su formación. Ni puede, en fin, progresar, ya que no razona –que es el medio de adquirir nuevas verdades–, por modo tal que el animal realiza perpetuamente la misma melodía vital, al paso que el hombre es creador, en cierto modo, de su propia vida y de su propio mundo. Juzgar y razonar son, como veremos, las funciones del entendimiento que completan la función abstractiva. Consecuencia de su conocimiento reacional es, en fin, su modo propio de tender –la voluntdad o apetito racional–, que, por ser racional, es libre y pone al hombre en condiciones de ser autor de su propio destino.
 
 
74. TEORÍAS HISTÓRICAMENTE DADAS ACERCA DEL CONOCIMIENTO DE LOS UNIVERSALES*
 
   El conocimiento intelectual o captación de ideas o universales constituye la diferencia específica del hombre, de modo tal que se define a éste precisamente como animal racional. En cuanto animal posee el hombre sentidos corpóreos (vista, tacto, imaginación, etc.). Como racional tiene entendimiento por el que aprehende o capta lo inmaterial, lo universal, y en ello radica su diferencia específica del hombre. Esto supuesto, se comprende la importancia que en la historia del pensamiento filosófico ha tenido la cuestión acerca del origen de los universales, del modo como el hombre los capta y posee. Pueden resumirse en tres grupos de teorías las que históricamente se han propuesto sobre este problema:
   1º. Teorías racionalistas: El conocimiento de los universales se realiza exclusivamente a través de la razón, y los sentidos no intervienen para nada en su formación.
   2º. Teorías empiristas: La única fuente de conocimiento son los sentidos, y los universales son una mera elaboración o combinación de los datos sensoriales.
   3º. Teoría intelectualista: En el conocimiento de los universales intervienen la razón y los sentidos, o, más bien, ese conocimiento es producto de la razón sobre el material que le aportan los sentidos.
 
Las teorías racionalistas
   Las teorías de tipo racionalista suponen que el conocimiento de los universales procede de la razón que los intuye directamente o los posee de modo innato (desde el nacimiento), sin intervención alguna de los sentidos..
   En la antigüedad profesó esta teoría PLATÓN (427-347 a. de J.C.). Para este filósofo el alma del hombre preexistió, antes de encarnarse en el cuerpo, en un lugar celeste, mundo de las Ideas, donde contempló las esencias puras (los universales) que tenían allá una existencia subsistente, separada de las cosas concretas que las realizan y anterior a ellas. El alma es expulsada de ese cielo empíreo por una especie de pecado original y se encarna en un cuerpo. A partir de este momento se verá condenada a conocer a través de los sentidos corporales, que le mostrarán sólo cosas concretas, materiales e individuales. Pero como las cosas de este mundo son a modo de sombra o reflejo de las Ideas, harán al alma recordar ese su origen, cuya memoria estaba en ella como adormecida. El conocimiento de los universales procede así para Platón, por recordación, es decir, de la razón misma que los poseía de modo innato y originario.
   En la Edad Media reaparece esta teoría bajo el nombre de realismo absoluto, dentro de lo que entonces se llamó cuestión o controversia de los universales. Versaba tal cuestión sobre cuál sea la naturaleza de las ideas o universales, si existen o no fuera de las cosas de este mundo con una realidad propia, subsistente. Los realistas (ESCOTO ERIÚGENA, SAN ANSELMO) suponían, como Platón, que los universales son res (cosa) –de ahí realismo– con carácter subsistente, como modelo o arqueotipo de las cosas de este mundo, y que sólo la razón los intuye por una especie de iluminación superior.
   En la Edad Moderna, el racionalismo cartesiano (DESCARTES, 1596-1650) vuelve a suponer que el espíritu posee las ideas como contenidos formados desde el origen de la mente, innatos. La filosofía cartesiana es un análisis de las ideas del espíritu.
 
Las teorías empiristas.
   El empirismo (del griego empeiria, experiencia) supone que el conocimiento de los universales procede de la experiencia de los sentidos y que no rebasa el ámbito de esa experiencia.
   En la Edad Media aparece esta doctrina bajo el nombre de nominalismo dentro de la mencionada controversia de los universales. Según los nominalistas (ROSCELINO DE COMPIEGNE), los universales no tienen ningún género de existencia fuera de la mente: son meros nombres, palabras vacías (flatus vocis) con que nosotros designamos a cosas que se parecen entre sí o que nosotros agrupamos mentalmente.
   En la Edad Moderna, la escuela empirista inglesa (iniciada por LOCKE, 1632-17049) supone que nuestro espíritu norecibe otros contenidos que aquellos que le suministran los sentidos (sensaciones y sus compuestos) y que de ninguna manera puede trasponer este ámbito de lo concreto sensorial. Las ideas o universales no son sino complejos de sensaciones que se forman en la mente, o bien imágenes confusas, a las que se designa con un nombre global que no tiene relación alguna con la realidad.
 
 
75. LA TEORÍA INTELECTUALISTA. FUNCIÓN ABSTRACTIVA Y CONCEPTO
 
   Según la teoría intelectualista (ARISTÓTELES, SANTO TOMÁS DE AQUINO), en la formación del universal colaboran la sensibilidad y la razón o entendimiento. El conocimiento humano se inicia a través de los sentidos; quien esté privado de sentidos no puede alcanzar ningún contenido de conocimiento. Pero el conocimiento intelectual, aunque parta del conocimiento sensible, es algo superior y distinto, algo que no posee el animal. Es un leer dentro (intus-legere), un poder de penetrar en el interior del objeto e iluminar en él su forma para lograr esa reproducción en la mente que se llama idea o concepto. Puede compararse la función del entendimiento con la que en los cuerpos ejercen los rayos X: una ilunimación interior, el descubrimiento de una realidad profunda que no es accesible a los sentidos. Merced a esta facultad puede el hombre traspasar la esfera de las cosas concretas o individuales en que se mueve el animal para penetrar en el mundo inteligible que le permite un modo superior de existir, de relacionarse y de progresar.
   Según la teoría aristotélica, el conocimiento intelectual se realiza de este modo: Los sentidos aportan el material sobre el cual el entendimiento obtendrá su conocimiento de los universales, y sin el cual no puede realizar su función. El entendimiento es una facultad que posee dos potencias: el entendimiento agente (intellectus agens) y el entendimiento posible o pasivo (intellectus possibilis). El primero es como una luz que, sobre la imagen de las cosas, ilumina el universa que está en ellas (su forma) y lo abstrae (o separa) de lo que es concreto o individual. El entendimiento posible recibe después, a modo de pantalla, esta proyección intelectual, y en él se realiza el concepto, la representación de lo universal en la mente.
   Según esta teoría, hay algo en las cosas materiales que justifica el concepto o universal (recuérdese su forma en la teoría hilemorfista). Pero el universal no existe realmente en la naturaleza; en la naturaleza hay caballos individuales, pero no un caballo universal o perfecto, como quería el platonismo (realismo absoluto). No por ello es un puro nombre (nominalismo), sino que expresa algo fundado en la realidad (realismo moderado).
   Tales fueron las tres posturas frente a la cuestión de los universales en la Edad Media.
 
 
76. FUNCIONES JUDICATIVA Y DISCURSIVA DEL ENTENDIMIENTO
 
   El entendimiento, además de la función abstractiva o propiamente intelectiva, tiene las de juzgar (función judicativa) y de razonar (función discursiva). Cad una de estas tres funciones dan lugar, como producto, a las tres formas generales del pensamiento que vimos en Lógica: concepto, juicio y razonamiento. Si bien la abstracción es la función intelectiva básica, que separa la animalidad d la racionalidad, las otras dos funciones son necesarias también para esto que llamamos pensar, actividad humana por excelencia.
   El juzgar es una operación intelectual simple por la que afirmamos o negamos un concepto (predicado) de un sujeto (sea o no conceptual). (<<El mercurio es un metal>>, <<Juan no es sincero>>.) Hay que distinguir en la génesis de los juicios tres momentos psicológicos: 1º) el acto de tener presentes en la mente dos o más conceptos e imágenes, relacionándolos o comparándolos entre sí; 2º) el acto de atribuir –positiva o negativamente– la conveniencia de unos con otros; 3º) la adhesión de la mente a esta atribución (afirmación o negación). No hay verdadero juicio sin estos tres elementos, que se dan íntimamente unidos en un acto simple de la mente. El acto de juzgar pone a la mente ante la noción de verdad o de falsedad (relación del pensamiento con la realidad), que no se da todavía en el mero concepto.
   Por último, la función discursiva del entendimiento consiste en relacionar distintos juicios entre sí para la averiguación de otras verdades, cuya garantía dependerá, para la mente, de los anteriores juicios relacionados. El raciocinio es indispensable para el alumbramiento de nuevos juicios y para el progreso del saber. Como forma objetiva o ideal del pensamiento lo hemos estudiado detenidamente en Lógica, tanto en su modalidad deductiva como inductiva (lección VI).
 
 
77. NATURALEZA ESPIRITUAL DEL ENTENDIMIENTO
 
   Se entiende por espiritual aquel ser que en sí mismo y en su obrar es independiente de la materia, aun cuando pueda estar unido a ella por unión sustancial o por unión accidental.
   Por no poseer naturaleza material, el ser espiritual no está integrado de partes extensas, por lo que se dice de él que es simple. Ello no implica que no esté compuesto de partes entitativas, como la esencia y la existencia. La simplicidad absoluta (incluso entitativa) es atributo sólo de Dios.
   El entendimiento es la facultad de conocer objetos inmateriales (conceptos, relaciones, etc.); incluso lo que es material es captado por el entendimiento de forma inmaterial, ya que lo conoce en lo que tiene de universal. Una facultad corpórea no podría alcanzar tales objetos ni en tal forma, porque la facultad ha de ser adecuada a sus objetos. De aquí que el entendimiento sea espiritual. Es facultad de un ser espiritual –el alma– que, aunque unida al cuerpo por unión sustancial, goza de la independencia en el ser y en el obrar propia de los seres espirituales (núm. 87).

Curso de Filosofía elemental (13)

XIII
 
El apetito sensitivo
 
 
67. LA TENDENCIA EN GENERAL. SUS CLASES
 
   La vida psíquica, además de vida cognoscitiva, es vida apetitiva; es decir, tendencia. El animal, sobre conocer de alguna manera el mundo que le rodea, reacciona ante él al sentirse atraído o repelido por las cosas. Esta atracción o repulsión hacia las cosas es resultante de unas tendencias biológicas o apetito interno que impulsa al animal hacia aquello que conviene a su naturaleza –como especie o como individuo– y le retrae de lo que le perjudica.
   Las tendencias biológicas son tan importantes en la vida animal, que los fenómenos de conocimiento están en gran parte subordinados a la satisfacción de las tendencias.
   La tendencia desencadena en el animal la reacción, que se traduce en actos. En los grados elementales de la vida esta tendencia se desarrolla automáticamente, sin necesidad de un previo conocimiento, y se exterioriza en lo que se llaman movimientos reflejos, que son los más simples entre los movimientos psíquicos. Se llama reflejo a la respuesta inmediata del organismo animal a un estímulo exterior. La saliva se segrega en la boca, o el párpado se cierra para la limpieza del ojo, de un modo automático, inconsciente en su origen. Son como un intermedio entre la actividad fisiológica y la psíquia.
   Ya dentro plenamente del orden psíquico, existen tendencias que, aunque sean irresistibles, innatas y espontáneas, sólo puede desarrollarse a partir de un conocimiento previo en el sujeto que las experimenta. A este modo de tender se llama apetito o apetición sensible. Por él, el animal se siente atraído hacia aquello que conoce por los sentidos y que conviene a su naturaleza. Una forma compleja y específica de la tendencia sensible es, como veremos, el instinto. Cuando la tendencia sigue, no al conocimiento sensible, sino al intelectual, se llama apetito racional o voluntad, pero esta facultad pertenece ya a la psicología de la vida superior, exclusiva del hombre.
 
 
68. EL APETITO. SENTIMIENTOS
 
   Apetito procede etimológicamente del latín ap-petere o petere ad, que significa pedir, dirigirse hacia, hacia algo que el ser no tiene, pero que conviene a su naturaleza o la perfecciona. Los seres del mundo están ordenados unos a otros por una ley general de armonía que preside el Cosmos y es obra de su Creador. El desarrollo de los seres vivos, que es su vida, se cumple tendiendo hacia aquellos otros seres que convienen a ese desarrollo y valiéndose de ellos para su perfeccionamiento o cumplimiento de sus potencias naturales.
   El apetito sensible adopta formas diversas según la relación en que se encuentra el sujeto con respecto al objeto apetecido. A estas formas generales del apetito las llaman los escolásticos pasiones (de pati = padecer) por la repercusión afectiva que el sujeto experimenta al sufrirlas. Los actos de tender, en efecto, van siempre acompañados de un tono afectivo de agrado o desagrado, de placer o de dolor, según que la tendencia natural se vea en ellos satisfecha o contrariada. De aquí el nombre de sentimientos inferiores que se da también a estas formas del apetito. 
 
 
69. LAS PASIONES
 
   Las pasiones son como los cauces habituales por los que discurre el apetito, y se clasifican del siguiente modo:
   Pasiones del apetito concupiscible son aquellas en que el sujeto tiende hacia su objeto, simplemente, por el objeto mismo. Pasiones del apetito irascible son aquellas otras en que se tiende al objeto, pero en cuanto es arduo y difícil, a modo de un incentivo surgido en el alma por la lucha misma y la dificultad.
   Entre las del apetito concupiscible citamos el amor y el odio, que son las pasiones generales de atracción o repulsión que provoca el objeto bueno o malo para nuestra naturaleza. Una y otra son genéricas para las demás; es decir, que las otras son clases de amor y de odio. Cuando el objeto está ausente, si es bueno, provoca el deseo. Y si malo, la adversión. Si está presente y es bueno, engendra el deleite, y si malo, la tristeza.
   Las del apetito irascible surgen siempre ante objetos difíciles o arduos de alcanzar. Cuando ese objeto es bueno, si es posible alcanzarlo, provoca esperanza, y si imposible, la desesperación. Cuando es malo, si es posible evitarlo, surge la audacia, y si imposible, el temor. La ira, en fin, no tiene contrario y nace del ensañamiento con la causa presente de aquello que el sujeto considera su mal.
   Puede resumirse así el cuadro de las pasiones:
 
                Apetito concupiscible:                                                         Apetito irascible:

           Amor         Odio                                                                     Esperanza       Desesperanza
           Deseo       Aversión                                                                Audacia          Temor
           Deleite      Tristeza                                                                              Ira
 
 
Los instintos
 
   Un tipo muy particular y complejo de tendencia o apetito sensible es el constituido por el instinto, que poseen todas las especies animales y también el hombre. Se define el instinto como una tendencia sensible, innata, compleja y específica.
   Por tratarse de una tendencia, el instinto es teológico (de telos, fin), esto es, dirigido a un fin; por ser sensible o elícito, se desencadena a partir de un previo conocimiento; por ser innato, nace con el animal y no depende del aprendizaje o de la imitación; en fin, por su carácter específico, el instinto no es individual, sino común a la especie. Son instintos en el hombre, por ejemplo, el de la succión en el recién nacido, más tarde el de andar, el de conservación durante toda la vida. En los animales, los instintos suelen ser más fuertes y perfectos. Pensemos en el instinto de la caza en el perro. Por tales tendencias, el animal (o el hombre) realiza sin necesidad de aprendizaje una serie de actos orientados a los fines más necesarios para el individuo o para la especie, y comunes a todos los individuos de ésta.
   Los instintos más admirables por su precisión y complejidad se observan en los insectos. Es célebre el caso de construcción instintiva por las abejas de celdillas hexagonales, cubiertas por una tapaderita de cera, dispuesta de tal modo que logra el mayor espacio interior con el menor gasto posible de material. REAMUR propuso el mismo problema a los matemáticos, sin decir que la abeja lo resolvía instintivamente. KÖNNIG determinó los ángulos con los cuales se debe colocar la tapa sobre la pirámide, y obtuvo una pequeña diferencia debido a un error en las tablas de logaritmos.
   También es muy conocida la conducta instintiva del himenóptero, del género Eumenes, que espontáneamente clava su aguijón con toda precisión en los centros nerviosos de una oruga para adormecerla sin matarla a fin de que sus larvas puedan comer carne fresca. FABRE ha descrito sorprendentes escencas d la vida de los insectos, y aunque algunas son inexactas, otras siguen admitiéndose por los naturalistas acutales (G. BUENO).
 
 
70. INSTINTO E INTELIGENCIA*
 
   Se ha calificado al instinto de <<inteligencia animal>>, e incluso se ha pretendido reconocer en él una superioridad vital respecto a la conducta inteligente. La facilidad, seguridad y eficacia de la tendencia y la conducta instintivas superan en un sentido a la decisión y la conducta inteligentes.
   Sin embargo, cuanto más perfecta y adaptada a su fin se nos revela una conducta instintiva, tanto más autómata e ininteligente nos aparece el animal que la ejecuta.
   El animal que obra por instinto nos aparece, si observamos su comportamiento, como mero ejecutor de un plan superior que no puede comprender ni dominar. Cuanto más perfecta y compleja es la actividad instintiva que realiza un animal (abejar, hormigas) tanto menor es su espontaneidad y tanto más alejada de un comportamiento inteligente. Se ha diho que el animal es sólo capaz de una conducta estereotipada. Quier decirse que el instinto actúa por un desencadenamiento de estereotipos dinámicos, esto es, sistemas de reflejos innatos, y que es por los mismo automático y uniforme, incapaz de progreso. La acción supone la previa conciencia del fin y un dominio de los medios como tales, por cuya virtud se adapta flexiblemente a los casos y posibilidades, y es capaz de perfeccionamiento y progreso.
   El hombre posee instintos menos aguzados que el animal, precisamente en razón de que la inteligencia suple en él la función directiva del instinto en la conducta. Por la inteligencia, el hombre es, en gran parte, árbitro y constructor de su propia vida y se libera del condicionamiento biológico que predetermina el comportamiento animal. Por la actividad intelectual se asemeja el hombre a Dios, que le creó a su propia imagen.
   <<Una ardilla recién nacida fue sacada de su nido en lo alto de un árbol y criada artificialmente. Fue alimentada con leche y bizcochos. Un día se le dio una nuez, la primera que había visto en su vida. La examinó detenidamente y en seguida la mordisqueó hasta dejar lire el meollo, que se comió. Pero todavía pudo hacerse más tarde la siguiente observación: Si había más nueces de las que el animal podía consumir cogía una y la enterraba. El animal miraba atentamente a todas partes del cuarto, marchaba luego a un lugar oculto -tras la pata del sofá o en la cavidad del pie tallado de una mesa de escritorio-, introducía la nuez en el lugar elegido y ejecutaba en seguida todos los movimientos propios de enterrar, así como los movimientos que se hacen para apisonar la tierra sobre el objeto enterrado: el animal volvía a su ocupación sin darse cuenta de que la nuez había quedado descubierta por completo. Para comprender esto hay que saber que las ardillas que viven en libertad entierran realmente de este modo las nueces y vuelven a encontrarlas más tarde por el olfato>> (KOFFKA).
 
 
71. LOS MOVIMIENTOS DE LOS SERES VIVOS. SUS CLASES
 
   Las tendencias y apetitos, en sus diversos grados, se traducen en movimientos del ser vivo, por los cuales reacciona éste sobre el mundo que le rodea. Estos movimientos son también más o menos complejos y más o menos conscientes.
   Los más sencillos de todos son los llamados tropismos, que son simples reacciones motoras físico-químicas en el interior del organismo. Los más conocidos entre éstos son los provocados por la atracción de la luz, del Sol o de la Tierra (fototropismos, heliotropismos, geotropsmos). Pero estos movimientos no se les puede considerar todavía psíquicos, ya que falta en ellos consciencia e intencionalidad.
   Entre los propiamente psíquicos, lo más elementales son los movimientos reflejos, cuya tendencia originaria hemos visto ya (número 62, & 2). Reflejo es la respuesta inmediata del organismo a estímulos del mundo exterior. Suelen consistir en descargas nerviosas por vías motoras.
   Los reflejos elementales (parpadeo, reflejo rotulas, etc.) se producen sin intervención de las capas superiores del sistema nervioso en el cerebro, por una simple conexión medular entre los centros sensitivos y los motores.
   El reflejo ha sido una vía de acceso para estudiar la psicología de los animales en aspectos que parecían inaccesibles al conocimiento humano. Se trata de la utilización metódica del condicionamiento de reflejos. Se entiende por reflejo condicionado aquel reflejo cuyo estímulo natural ha sido asociado artificialmente a otro que, al cabo, producirá el mismo efecto que el primero. Si, por ejemplo, la presencia o el olor del alimento produce en el animal como reflejo la secreción salivar o la gástrica, asociando a ese estímulo el sonido de una campana o na luz de determinado color o intensidad se logrará que le reflejo se produzca por tales condicionamiento. Así, por la secreción salivar o gástrica asociada a antecedentes cognoscitivos varios se ha llegado a conocer las condiciones del conocimiento sensible animal, los límites vibratorios de su oído, su discriminación de los colores, etc. Ha sido famosos en este sentido los experimentos del psicólogo ruso PAWLOW.
 
 
72. LOS HÁBITOS
 
   En la escala de los movimientos del animal tiene gran importancia el hábito o movimiento habitual. Hábito es el movimiento determinado por una tendencia individual, adquirida por la reiteracón de un acto que predispone a obrar en el mismo sentido. El hábito no es nativo ni específico, sino que se adquiere individualmente con la reiteración y el aprendizaje. El andar, las habilidades manuales, las profesiones u oficios, son producto del hábito. Efectos del hábito son una mayor seguridad, facilidad y rapidez en la ejecución del acto, así como una menor conciencia del mismo. Los primeros movimientos de cualquier aprendizaje son trabajosos, lentos, muy conscientes y torpes. Superado el mismo, se hacen con precisión y perfección, sin apenas conciencia de sus fases o posiciones. Sin el hábito, la vida sería imposible, por su extrema dificultad y consciencia motriz. De aquí que se haya calificado al hábito de segunda naturaleza.